—Ya
no funciona este transistor — le dije a mi amigo.
—
No importa, ya comprarás otro — me respondió él.
Así
que, apagado y desconectado de la luz quedó el transistor que durante muchos
años estuvo en una esquina de la peluquería de mi abuelo. Eso me hizo pensar en
la historia de ese Transistor!!!.
Érase
una vez un transistor, que al principio no sabía lo que era, y sólo empezó a
saberlo cuando sobre él se preguntó. Primero tuvo que dejar de pensar y sentir
para darse cuenta de lo lleno que estaba de pensamientos y sentimientos dentro
de él.
—
¡Claro! — pensó, de todas las emisoras que he sintonizado me he guardado algo
de ellas dentro de mí, y me siento mareado y confundido y cansado…
Aprovechando
la confusión y que estaba desenchufado, pensó hacerse una profunda
auto-revisión. Le asustó el mero pensamiento de hacer algo tan nuevo…
Ardua
tarea esta de revisarse y vaciarse a uno mismo sin poder distinguir entre lo
que uno es y lo que se guardó de todas las sintonías hechas.
Aun
así, el viejo transistor no cejó en su empeño. Quería volver a funcionar e iba
a saber qué le pasaba. Gracias a estar apagado sintió algo sólo imaginado:
silencio. A partir de ahí, observó simplemente…
Se
daba cuenta de las personas a su alrededor, y que éstas hablaban, reían,
lloraban… Gracias al estado de silencio decidido, apreció un importante detalle
sobre sí mismo, y es que por el tiempo se había hecho a esas personas, a ese
entorno, creyéndose a veces uno más de ellos, cuando sólo formaba una pequeña
parte.
Se
veía en esos instantes de reflexión viviendo una crisis de identidad, porque se
daba cuenta de que había perdido el rumbo que marca la esencia y propósito real
de su existencia.
El
transistor continuó su búsqueda alentada desde el silencio. Veía que a veces
los demás pasaban por su lado y lo miraban con desazón. Pensaba que todos
esperaban de él lo mismo de siempre, pero no se daban cuenta del porqué real
estaba así como estaba. Ni él mismo sabía explicarlo.
Esto,
por momentos le hacía sentir solo. Se planteaba muy tentadoramente el volver a
ser lo que era. Auto-enchufarse y volver a sonar. Casi lo necesitaba, pero la
voluntad de seguir en silencio le hizo ver que estaba en el camino correcto, y
que tal sendero, necesariamente, llevaría a algún lugar.
El
silencio que se propuso le hizo notar mucho más todo lo que en él había. En momentos
que se preciaban largos sentía y escuchaba ecos de retazos de programas del
pasado; músicas, comentarios de toda índole que cuando él funcionaba como
transistor había sintonizado.
Lo
sorprendente es que el silencio fue una decisión preliminar que le hizo
comprobar que no conocía el silencio verdaderamente. ¡Cuántas cosas vivas habían
dentro de él...
—
¿Estaré loco? — se preguntaba. Siempre he estado aquí, y todo esto me ha pasado
desapercibido.
Cuando
no había nadie en la habitación podía estar más tranquilo y ordenar más sus
ideas. Al no ver ninguna cara con el deseo de conectarlo, por una parte sentía
soledad, por otra veía un horizonte famélico; pero siguió en su empeño de
llegar más allá de todo esto.
Pasaron
los días, las semanas y los meses, y progresivamente se sintió más claro para
pensar, y esto le indujo a vivir lo que para él fueron sus mejores
conversaciones consigo mismo:
—
Fíjate — se decía… — Mi misión es sintonizar frecuencias y emitir limpiamente
lo que dicen. Más no he estado haciendo esto solamente, porque muchas de esas
emisiones me las quedaba, entorpeciendo esto la función de mi antena. Creo que
soy el primer transistor que ha creado su propia personalidad, y esto ha hecho
que emborrone el propósito de mi vida. —
—
Deberé entender mi personalidad; pues no creo que esto haya surgido para
obstaculizarme…—
—
Ya veo más claro — pensaba y sonreía — siento como los humanos, pienso como los
humanos, deseo como los humanos. Y todo esto se ha ido acumulando afectándome y
alejándome de mi función principal. De ahí que llegara un momento que no me
llegaran bien las ondas, y no respondía con certeza cuando movían mi dial. —
—
Alguien, antes de apagarme por defectuoso, dijo que estaba ya viejo y había
perdido el sentido de las ondas. Ahora que me veo, pienso que puedo ser mayor,
pero nunca viejo, y además, nadie me ha estropeado sino yo mismo. —
El
transistor, gracias a ir ordenando sus pensamientos, comprobó definitivamente
que tenía personalidad como los humanos. Pensaba, deseaba y razonaba como
ellos; pero se daba cuenta de que no era el mismo de antes; que incluso podía
ser “mejor persona” que algunos humanos que ha visto, simplemente porque él ha
decidido limpiarse de todo pasado, de toda sensación y pensamiento. Ya no
almacenará nada más. Será solamente un transistor haciendo una doble función:
Por
una parte, cumpliendo su cometido de transistor sintonizando aquello que le
señala el dial. Por otra, cuando nadie le pide nada, él, con su nueva y
reconocida personalidad, buscará aquellas señales de radio que más le gusten, y
encontrará así el camino al encuentro de su propia afinidad.
Con
ello, este transistor se hizo sabio, pues las reflexiones precedieron a
comprender su función en la vida: sentirse libre cumpliendo su cometido y
sentirse libre escuchando, aprendiendo y viviendo el fin que hay en cada ser.
Por
todo ello este transistor se hizo sabio; además de sintonizar gran cantidad de
emisoras, observaba y escuchaba a los seres humanos de su entorno, y de todo
ello aprendía. De este aprender surgió un buen día la necesidad de convertirse
en algo más funcional.
El
viejo transistor se tiró y se compró un nuevo aparato, esta vez con radio, cd y
conexión usb. No obstante nada perdió el transistor de sí, porque su conciencia
estaba en esta nueva forma más moderna, con más opciones… Se sentía
privilegiado de tener ese “nuevo cuerpo”. Pensaba que se lo había ganado,
aunque lo suyo le había costado.
Qué
tranquilo estaba, ¡solo porque no pensaba!, Él hacía simplemente de caudal,
como lo hace el de un río por el que pasa el agua y éste no se queda ninguna
gota de ella.
Así
mismo hacía el transistor convertido a radio-cd, el cual dejaba pasar todo por
él, manteniéndose limpio siempre, y así todo acorde al directo sin distorsión.
La sensación de armonía hacía bello a “un simple aparato”.
Además
de sus tareas de siempre, él, desde su conciencia, se puso a investigar las
nuevas características: Observó que ahora tenía dos altavoces. La música sonaba
mucho mejor así, y ambos canales servían para que ciertos sonidos de las notas
apareciesen como más reales, como más envolventes.
Se
dio cuenta de que la lucecita del estéreo se encendía cuando una emisora emitía
así. Y para este tipo de emisión, debía estar él más dispuesto, porque
necesitaba de mayor atención para la sintonía y propiciar así una mejor
recepción. Así lo hizo y así de feliz estaba…
Siguió
con sus pesquisas; esta vez con una parte que para él era toda una novedad: el cd
y la usb.
Ahí,
gracias a la profundidad del discernimiento adquirido, se dio cuenta de algo
importante: y es que esto de poder grabar cualquier cosa, hace que la mente no
sea necesaria para retener más que lo imprescindible. Le recordó este
pensamiento a cuando como transistor, finalmente se estropeó y solo él supo el
porqué…
Ahora,
este aparato estéreo con cd y usb incorporado era verdaderamente libre porque
partía de él. Hacía de puente entre el emisor y el receptor, pero lo hacía bien
porque entendió que él era una conciencia. Sí, eso que los humanos buscan tan
afanosamente pero no llegan a descubrir casi nunca.
A
partir de cuando sospechó de lo que era, fue cuando se dedicó a descubrir más
allá de esa personalidad que el tiempo había creado, y que él mismo pensaba
como la única verdad del sentido de su existencia. Solo así comenzó la eterna
aventura fuera de la rueda del infortunio.
© Jaume Ferrer – [28 de Agosto de 2011 | 09:07 hrs]
© Jaume Ferrer – [28 de Agosto de 2011 | 09:07 hrs]
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