Sin
duda, la alerta sanitaria provocada por el coronavirus nos ha cogido
a todos desprevenidos, incluido a representantes políticos,
científicos, expertos, entre otros.
Nadie
fue consciente de la dimensión del problema, lo que ha motivado que
algunas de las medidas se tomaran tarde. Esto ha generado una cierta
frustración en buena parte de la población, que se pregunta con
frecuencia, ¿Cómo es posible que Dios nos haya traído esta
pandemia?.
Existen
hechos que Dios no puede explicar. Si hay algún sentido a lo que
está pasando, como cualquier sufrimiento o injusticia en el mundo
como podría ser el hambre, la pobreza o las guerras, está en la
Cruz. Dios permitió que su hijo muriera crucificado.
Detrás
de cualquier crisis y ahora en esta del coronavirus se esconde un
plan de Dios que supondrá un bien mayor, pero que el común de los
mortales no alcanzan a comprender. El Señor nunca abandona a su
pueblo.
Pese
a su apariencia ausente, Él está presente. Es el momento de vivir
la fe y la esperanza. Como bien dice la Biblia, Dios, pese a permitir
que su hijo sufriera en la cruz, nunca le abandonó.
Hoy
como siempre tenemos una línea directa de comunicación con Dios, se
llama Orar, hablar con Él sin intermediarios. Esto significa dirigir
el corazón a Dios; cuando una persona ora, instaura con Él una
relación viva. Como vemos en la Biblia, Jesús dio a la oración una
gran importancia. Él comenzaba sus días conversando con el Padre y
aprovechaba cualquier oportunidad para invocar la presencia y el
poder de Dios.
A
veces oraba solo: “Levantándose muy de
mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto,
y allí oraba” (Marcos 1:35) y en otras ocasiones
acompañado: “Luego quitaron la piedra, y
Jesús alzó los ojos arriba y dijo: —Padre, te doy gracias porque
me oíste. Yo sabía que siempre me oyes pero lo dije por causa de la
gente que está alrededor, para que crean que tú me has enviado”
(Juan 11:41-42).
Oraba
antes de comer: “Y sucedió que, estando
sentado con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo y les dio”
(Lucas 24:30), y después de sanar: ”Aconteció
que, estando Jesús en una de las ciudades, he aquí había un hombre
lleno de lepra. Él vio a Jesús y, postrándose sobre su rostro, le
rogó diciendo: —Señor, si quieres, puedes limpiarme. Entonces
Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: —Quiero. ¡Sé
limpio!. Al instante la lepra desapareció de él. Y Jesús le mandó
que no se lo dijera a nadie; más bien, le dijo: —Ve y muéstrate
al sacerdote y da por tu purificación la ofrenda que mandó Moisés,
para testimonio a ellos. Sin embargo, su fama se extendía cada vez
más y se juntaban a él muchas multitudes para oírlo y para ser
sanadas de sus enfermedades. Pero él se apartaba a los lugares
desiertos y oraba” (Lucas 5:12-16).
La
oración tenía un lugar especial en la vida de Jesús. La Oración
es la mejor terapia para que el temporal amaine.
©
Jaume Ferrer – [14 de Abril de 2020 | 07:45 hrs]

No hay comentarios:
Publicar un comentario